martes, 5 de octubre de 2010

El sueño de Mansur

en memoria de MANSUR ESCUDERO




Acabo de regresar el País Vasco, donde están acariciando la consecución de un sueño, y me encuentro con la inesperada y prematura desaparición de un utópico convencido.

La última entrevista que le realicé para la radio, tenía que ver con la sugerencia que Mansur hizo a los de la capitalidad cultural para que asumieran el rezo compartido en la Mezquita de Córdoba. No le hicieron ni puñetero caso ahora que andan eufóricos por haber quedado finalistas en este neofestival de eurovisión que se han inventado para entrener al personal.

La propuesta era sensata y oportuna: si los de la cosa la hubieran hecho suya, habría sido desde luego un importante añadido a los supuestos valores históricos de la afamada y nunca bien contrastada tolerancia cordobesa. Una candidatura distinta y oportuna en estos tiempos crispados donde las tesis de Samuel P. Huntington, sobre la Lucha de las Civilizaciones, van ganando adeptos, cuando el mundo va dando muestras de islamofobia y otras fobias en auge, ahora que la extrema derecha acaba de llegar al parlamento sueco.

Pero, ya te digo: éstos se aferran a los fósiles centenarios, Averroes y sus colegas, espectáculos millonarios de noches blancas y así, y no recogen sugerencias de gran calado histórico y cultural como las del recientemente desaparecido Mansur Escudero. Ideas que llevó a la práctica cuando su imagen orando en calle ante uno de los muros del Templo, recorrió el mundo entero en 2004, y la regidora municipal de entonces, Rosa Aguilar, se negó a llevar el tema a pleno, señalando que no era el momento, para más tarde reanrcar que la Mezquita era propiedad de la iglesia católica y punto.

Nunca, además, le escuché ninguna palabra altisonante o grosera en su discurso, regado de paz y armonía. No cayó en las provocaciones de intolerancia manifiesta con las que se topó ni se sometió a otros dictados que los de su alma. Invitó al Obispo al rezo compartido y mantuvo con tenacidad sus convicciones, a las que defendió en no pocos organismos internacionales, incluido el propio Vaticano, donde, al igual que aquí, desoyeron sus súplicas. El diálogo, en este caso sí, fue su marchamo y enseña entre tantos quienes lo predican y sin embargo lo desprecian, usando del autoritarismo que combatió desde que fuera discípulo del profesor Castilla del Pino.

Recuerdo a Mansur con relajada sonrisa, exponiendo, con su voz meliflua y dulce, razonamientos sabios y reveladores que cualquiera con dos dedos de frente suscribiría: la condena sin paliativos de atentados terroristas, apropiándose sus autores del islam que profesaba, la utilización de esos crímenes para justificar guerras de ocupación y aniquilamiento como las de Irak o Afganistán, la negación de musulmanes de aquellos que el nombre de Dios asesinan a inocentes, sus tesis a favor de la liberación de la mujer en la cultura de Mahoma, su ecumenismo militante y más recientemente su distanciamiento de una cadena de tv islámica que quiso ubicarse en Córdoba y a la que le dió la espalda por sus posicionamientos contrarios a los principios de su fe.

Un hombre bueno al que la fatalidad le arrebató a su mujer Sabora, asesinada en su casa de Almodóvar del Río, en unas circunstancias nunca del todo aclaradas, cuando su presunto asesino se suicidó o lo suicidaron en la cárcel antes de que el juez investigara el móvil de aquel horrendo crimen, presentado en un primer instante como un ataque de locura de un vecino de esa localidad cordobesa.

Aguantó el tipo y no perdió la sonrisa. Con su muerte, perdemos a un luchador, a un humanista, a un hombre íntegro y dialogante, a una persona que dedicó la vida a los demás, a los que trató de ayudar con sus conocimientos siquiátricos, médicos y filosóficos.

Algunos le recordarán como el que montó el show de la alfombra junto a la Mezquita, pero su proyección, desde luego, llegó más allá y perdurará en nuestra memoria su ejemplo de ser un hombre íntegro y cabal, que fue fiel a sus sueños, hasta que su corazón se agotó de tanta generosidad y entrega como ofreció a quienes tuvimos la suerte de haberle conocido.

Alberto Morales Almansa

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