Por décadas se le dijo a Turquía que no estaba lista para ingresar en la Unión Europea, que estaba demasiado atrasada económicamente para calificar como miembro de ese club, ahora de 27 naciones. Ese argumento ya no es válido. Hoy Turquía es una potencia económica en ascenso, con un núcleo de compañías competitivas a nivel mundial, convirtiendo la nación joven en un centro empresarial, aprovechando mercados con mucho efectivo en Rusia y Medio Oriente y atrayendo miles de millones de dólares en inversiones.
Para muchos en la envejecida Europa cargada de deudas, que con suerte logrará crecer poco más del 1% este año, el renacimiento económico turco plantea un interrogante nuevo: ¿quién necesita más del otro, Europa o Turquía? "Las viejas potencias están perdiendo potencia, tanto económica como intelectualmente", dijo Vuiral Ak, 42 años, fundador y CEO de Intercity la mayor compañía de alquiler de autos en Turquía. "Y Turquía ahora está fuerte para bastarse sola".
Es una transformación asombrosa de una economía que hace diez años tenía un déficit fiscal del 16% del PIB y una inflación de un 72%. Ese cambio está en las raíces de la llegada al poder del primer ministro, Recep Tayyep Erdogan, que combinó el conservadurismo social con políticas económicas fiscalmente cautelosas.
Fue tan completa su evolución que Turquía está más cerca de cumplir los criterios para la adopción del euro que la mayoría de las economías con problemas que ya son parte de la zona del euro.
Ak es un ejemplo de una nueva elite empresarial. Va al trabajo en Ferrari, pero es musulmán practicante que no bebe y no tiene problema en hablar de su fe. No está atado por el consenso secular del siglo XX de la elite empresarial, militar y judicial que luchó por mantener el Islam alejado de la vida pública.
La nueva elite tiene acceso a Erdogan, pero la economía turca está tan bien que ya no se necesita impulso oficial. En junio las exportaciones turcas crecieron 13% respecto de 2009, de la mano de países fronterizos, ansiosos por comprar galletitas, automóviles y LCD turcos.
Este año, Turkish Airlines, su aerolínea, volará a tantas ciudades en Irak (3) como en Francia. En Irán, firmas turcas construyen plantas de fertilizantes, hacen pañales y productos sanitarios femeninos. En Irak, el Grupo Acarsan, levantará cinco hospitales. Y las compañías turcas de construcción tienen trabajo por más de US$ 30.000 millones.
Nadie discute aquí que estas tendencias dan a Erdogan legitimidad para atacar a Israel y hacer negocios con Irán en materia de energía nuclear, pero preocupa que el tono agresivo pueda complicar el principio establecido por el fundador de Turquía, Mustafa Kemal Ataturk: paz en casa, paz en el mundo.
Sería un error, se alerta, quedar atrapado en una expansión hacia Oriente si viene a expensas de la inclinación de larga data del país hacia Occidente, donde ha obtenido innovación e inspiración.
"Lleva siglos establecer relaciones y minutos destruirlas", se opina.
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